Se estableció el reto de a través de mínimas modificaciones distributivas transformar lo que hasta hoy es una porción de vivienda en un despacho de abogados.

La condición previa de extrema longitudinalidad del local unida a la falta de patios interiores marcó de manera clara el primer gesto del proyecto, haciendo necesario el establecimiento de una relación directa, visual y lumínica entre las estancias que daban a las dos fachadas exteriores. Esto es lo que se consigue mediante la generación de un pasillo distribuidor en el eje más largo del local. Este eje no se plantea únicamente como una zona de paso, de transición, sino que es más bien la pieza hibrida capaz de servir como zona de espera, de recepción, de ampliación de la sala de juntas, de antesala a los despachos. Cada despacho se sitúa en fachada aprovechando la luz natural a través de grandes ventanales que dejan escapar las miradas hacia la calle, hacia el exterior. Mientras, la sala de juntas y el pasillo se bañan con una luz indirecta que les llega a través de vidrios translucidos que hacen la separación con los despachos. El pasillo funciona así como el espacio que conecta lumínicamente las dos fachadas, nos llega luz desde ambos extremos, nunca directa, nunca igual. Para reforzar esta idea el falso techo se propone como un lucernario artificial, una franja de luz blanca a través de paneles translucidos que remarca la conexión entre los dos extremos iluminados.

Tres despachos y un espacio común con posibilidad de compartimentarse. La sala de reuniones permite articularse como un espacio independiente, dejando libre el paso a los despachos adyacentes, o bien como un espacio global, para las reuniones y exposiciones mayoritarias en las que participa todo el equipo.