Unas antiguas oficinas y showroom de muebles de diseño son el punto de partida de esta vivienda de dos dormitorios. Más de 80 m² a distribuir en: dos habitaciones (una de ellas de invitados), dos baños, una cocina, un salón y un altillo-despacho. Unas exigencias funcionales mínimas de compartimentación permitían aprovechar, en un gran porcentaje, la altura y la superficie de este local, potenciando las virtudes que el edificio singular aportaba.
El salón vuelca a la fachada principal, ocupando casi el 50% de la superficie. Cocina y despacho se solapan en altura, introduciendo una mínima escalera de acceso y un mínimo forjado. Ambas estancias miran hacia el gran espacio del salón. El dormitorio se configura como un volumen cúbico que se adentra en el salón, dividiendose de éste mediante cuatro grandes puertas de armario reflexivas marca Rimadesio, que el anterior inquilino cedió al abandonar el local, transformando así su uso original.
Un gran machón estructural y los muros de carga, donde en su origen se distribuían los lavaderos de las primitivas viviendas, impide la apertura de grandes espacios hacia la fachada del patio. Por ello, se decide alojar en sus resquicios espaciales los aparatos sanitarios, así como una ducha dividida con compartimentación de vidrio, reflejo desmaterializado de este gran machón. Esta solución permite una mayor entrada de luz natural hasta la estancia intermedia del dormitorio. En la entrada, una gran moqueta de césped artificial hace las veces de felpudo, rematando el espacio con una puerta-espejo.