El continente de una autoescuela suele ser sobrio y aburrido, no así su contenido, con una cartelería repleta de innumerables signos, símbolos, colores, señales, indicaciones… Esta variedad cromática y gráfica suele reflejarse, a lo sumo, en la marquesina publicitaria del local. La propuesta propone un giro conceptual: no se plantea una marquesina publicitaría o banderola al uso; toda la fachada, todo el interior, y lo que de él se percibe desde el exterior, refleja el uso del local. La señalética urbana se traslada al plano del suelo, los colores de los semáforos y los símbolos viarios se utilizan en los paramentos verticales translucidos , transparentes, y opacos.
Todo el local, antes de colgar los elementos propios y necesarios, ya refleja para qué será destinado. Un panelado de madera en la zona de entrada aporta la calidez frente al resto de materiales empleados, mucho más fríos.
En el techo, las conducciones de instalaciones existentes no se cubren con un falso techo continuo, sino que un cajeado blanco sobre fondo gris refleja el verdadero trazado de éstas, proyectando su trayectoria hasta los extremos de las estancias. El resultado es un techo vibrante, no continuo ni homogéneo, a imagen del trazado sinuoso del viario urbano.
Varios planos conceptuales, horizontales y verticales, se solapan en este proyecto para generar un local donde el uso es reconocible al instante, generando una riqueza tridimensional y visual poco habitual en locales formativos similares.